lunes, 31 de agosto de 2009

10 frases para leer

CNN EXPANSIÓN, 15 de agosto de 2009

10 frases para leer

Los libros tendrán siempre algo que criticar o que motivar, pero nunca nos dejarán callados; de géneros varios (y varios de-generados), despertarán la elocuencia en grandes celebridades.

Leer genera ideas. Unas muy buenas y otras más perversas, pero está condenada a ser la fuente más confiable para intelectuales e investigadores.   Por eso Rosemarie Jarski tiene un libro, The funniest thing you never said (editorial Ebury Press), para leer inspiraciones sobre libros, como:

1. "Henry Kissinger podrá ser un gran escritor, pero cualquiera que termine cualquiera de sus libros es un gran lector".

Walter Isaacson, CEO de Aspen Institute, nacido en 1952.

2. "Los libros clásicos son aquellos que todos quieren tener pero nadie quiere leer".

Mark Twain, escritor estadounidense, 1835 - 1910.

3. "Algunos editores son escritores frustrados, pero también lo son la mayoría de los escritores".

T.S. Elliot, Poeta y crítico estadounidense, 1888 - 1965.

4. "Estos tiempos van mal. Los niños ya no obedecen a sus padres y ahora todo mundo está escribiendo un libro".

Cicerón, circa 43 A.C.

5. "Este libro está dedicado a mi brillante y bellísima esposa, sin ella no sería nada. Ella siempre me conforta y consuela, nunca se queja ni interfiere, siempre desinteresada para toda la vida. También escribe mis dedicatorias".

Albert Malvino.

6. "Si robas de un solo autor es plagio, pero si robas de muchos, es investigación".

Wilson Mizner, guionista y empresario estadounidense, 1876 – 1933.

7. Un escritor profesional es un escritor amateur que no se rinde".

Richard Bach, escritor y piloto, escritor de "Juan Salvador Gaviota", nacido en 1936.

 

8. "Preguntarle a un escritor qué piensa de los críticos es como preguntarle a un poste su opinión respecto a los perros".

Christopher Hampton, guionista y director, nacido en 1946.

9. "Cualquiera puede escribir. Los escritores no pueden hacer otra cosa".

Mignon McLaughlin, periodista estadounidense, 1913 – 1983.

10.  "Muchas gracias por su libro. No perderé más tiempo en leerlo".

Benjamin Franklin, político y científico estadounidense, 1706 – 1790.

viernes, 28 de agosto de 2009

(Sábados Literarios de Mercedes). La vida de los blogs.


Esta vez conduce Mercedes desde la la nueva página donde encontrarás a todos los pasajeros que han participado esta semana. Saludos.

 

"Dad una máscara al hombre y os dirá la verdad."

  • Original: "Give a man a mask and he'll tell you the truth".

(Frase de Oscar Wilde)

 

LA VIDA DE LOS BLOGS

Tener un blog es fácil; no tenerlo, todavía más. Y lo curioso es que la mayoría de los blogs la palman por el camino. Con el tiempo siempre quedamos los mismos imbéciles. Los mismos que escribimos sobre el aire creyendo que alguien nos adivinará las señales de humo. Porque en los blogs se huele mucho humo, es decir: mucha basura y poca materia aprovechable. Mantener un blog es el acto más contaminante y antiestético que existe sobre la red. Reconozcámoslo, somos unos necios, unos pretensiosos. Adoramos los comentarios y adoramos los enlaces a nuestro blog. Nos sentimos importantes. Si algo especial posee un blog es que funciona como farmacia gratuita proporcionando esas monstruosas pastillas de egocentrismo que disparan las alabanzas. ¡No soy la cucaracha escondida bajo el sofá! Y ojalá lo fuéramos porque ellas no son tan demócratas como Blogger, (¡las cucarachas son una monárquicas!) y la democracia es defectuosa por nacimiento. Por lo tanto, los blogs suelen ser amorfos, inocuos, con jorobas de tres cuartas de alto y espinillas infectadas en su cumbre. En los blogs se publican tonterías, muchas tonterías. Algunos se creen periodistas en potencia. (Algunos nos creemos columnistas). Y es que durante estos dos años he aprendido que un blog es como la vida misma, una mierda que uno no se atreve a dejar de pisar. Cuando se nos canse el pie, será un pequeño descanso para el hombre, y un gran salto para la humanidad. De todas formas, si a la vuelta de la esquina está el beso, o las risas de los amigos, detrás de un enlace nos deberá esperar el artículo del día, o de la semana. Sigamos haciendo el chimpancé, entonces, en busca de ese post que nos libre de la tentación de tendernos bajo una lápida antes de tiempo. Sigamos albergando la esperanza de conmover a alguien (y ser conmovidos) con  la colilla apagada de un mamífero lejano, irreal que se esconde detrás de una URL cualquiera. Nunca se sabe, y de paso nos sentiremos mejor con nosotros mismos. ¡Qué vanidad! ¡Qué blog! ¡Qué frágil esperanza!

lunes, 24 de agosto de 2009

Mercedes vuelve al volante

Mercedes me ha robado las llaves y se ha llevado el autobús. (No te preocupes, estamos compinchados porque de esta forma hemos cobrado el seguro: la última vez nos chocamos un poquito y ¡no hacían otra cosa que ponernos excusas para no soltar la pasta! Lo que está entre paréntesis es invisible a las aseguradoras). Con el dinero de la indemnización hemos comprado un garaje muy grande exclusivamente para el bus fiestero de los Sábados Literarios de Mercedes. Todavía está en plena fase de decoración, pero seguro que se convierte en el garaje más chulo del barrio. Si deseas entrar para conocer el tema de la semana, o criticar la decoración, como buenas vecin@s, sólo tienes que pinchar aquí.

domingo, 23 de agosto de 2009

Se acabó la ciencia

Concluido el sábado (casi el domingo también), sé que algunos participantes no iban a poder leer hasta el lunes los textos. No os preocupéis, voy a dejar la foto de la lista en el lugar dónde está durante dos días: así resultará más fácil encontrar los sábados. Vuelvo a comunicar que las llaves esperan encontrar a un nuevo conductor. Quien desee participar que me lo diga mediante un comentario o un mensaje a mi correo electrónico. Si es alguien que hace mucho que no conduce, o que no lo haya hecho nunca, mejor.

Personalmente me he sentido muy arropado en la travesía en la que ha habido, como en muchos viajes, turbulencias extrañas. Ya hemos llegado a nuestro destino. Y aquí estamos, vivitos y coleando. Por mi parte quiero daros un consejo: (me voy a permitir este lujo ya que he sido el conductor) que los siguientes textos de los Sábados Literarios de Mercedes se cuiden más de tener faltas de ortografía, errores gramaticales o alguna incoherencia argumental grave. No se trata de que poseamos un estilo parecido al de García Márquez, o seamos tan ingeniosos como Roald Dahl. O escribamos con la corrección de un filólogo hispánico. Si hay algún error de palabra, no pasa nada. Si el estilo no es el más adecuado, tampoco. Si el relato es un aburrimiento, no siempre uno es tan ocurrente. (Y aquí me incluyo yo mismo)

Sólo os aconsejo lo que más arriba he dicho, ser un poco más cuidadosos. Sobre todo porque hay mucha gente que se esfuerza en participar y en escribir bien. La mayoría habéis sido unos gratos compañeros de viaje y creo que hemos aprendido mutuamente. La ciencia es para mí un campo minado de historias increíbles y enigmáticas. Un terreno donde pueden florecer obritas geniales.

Un abrazo a todos los científicos literarios.

sábado, 22 de agosto de 2009

Sábados Literarios de Mercedes: Los regalos navideños de Benjamín Franklin.

Los regalos navideños de Benjamín Franklin

Todos los años, en los primeros días de diciembre, Benjamin observa por la ventana de casa para cerciorarse que Sarah no ha vuelto todavía del internado de Nueva York.

El año pasado, Benjamín se mostró más impaciente que nunca, le tuvo preparada una sorpresa a Sarah. Se imaginó sus ojillos de niña traviesa, ansiando bajarse del carruaje cuando se hubiera percatado, desde lejos, del columpio balanceándose bajo el gran roble que él mismo le montó con sus manos. Justo la noche siguiente de haber terminado el columpio Benjamín, justo cuando sus ojos se anclaban en las montañas y descansaba del esfuerzo, se originó un rayo que marchitó de forma fulminante el techo del establo de la finca. Benjamín intuía que sería de mucha mala estrella que al árbol del columpio le cayera también un rayo y destrozara en un santiamén su regalo de Navidad. Sin embargo, cómo Benjamín era un hombre muy prudente, maquinó otro presente; por si acaso, se dijo con la ceja levantada. El segundo obsequio era una cometa pintada de rojo por los bordes y de azul con estrellitas en el centro. La unió con unos alambres blancos y la ató a un hilo de seda largo para que pudiera planear muy alto. Después de tanto ajetreo se volvió a sentar a esperar a su hija sin hacer caso de nada más. Pasaron los días y Sarah no aparecía. La mujer de Benjamín intentó calmar la preocupación de su marido con dulces navideños y con razones fundadas. Seguramente se le habrá estropeado alguna rueda por el camino. Pero él miraba el cristal de la ventana con ojos incansables. Era ya veinticuatro de diciembre y sus hijos William y Francis habían regresado desde Denver. Toda la familia estaba reunida en la nochebuena excepto Sarah. Cuado llegó la hora de repartir los regalos el envoltorio que revestía el regalo de su hija quedó intacto. Sus hijos que ya eran mayores se conformaron con los besos de la madre y los apretones de mano de un padre triste, acostado demasiado pronto. Durante toda la semana Sarah no apareció y no pudo compartir con su familia la celebración del año nuevo. William y Francis partieron hacia Denver dos días después inquietos por su hermana Sarah. La mujer de Benjamín comenzó a pensar en lo peor hasta que llegó una carta que confirmó sus sospechas: se habían encontrado restos de un carruaje a diez metros de la carretera Cincinnati-NewYork. No quedaban restos de nadie dentro del carruaje, se especulaba con la idea de que había sido un robo. Pero lo peor es que Sarah había desaparecido. Esa misma noche, Benjamín desesperado, desenvolvió por fin el regalo e izó la cometa con la esperanza de que su hija la atisbara desde lejos. Después de una hora agitándola, ató el hilo de seda a una gran piedra que había cerca del árbol y esperó, sentado en el columpio que rechinaba por primera vez, a que la cometa se desplomara por la falta de manejo. Y por arte de magia, un rayo que iba directo hacia el árbol se estampó contra la cometa. Benjamín, sorprendido, se dio cuenta que las tormentas no fulminarían el roble si instalaba una gran pértica metálica que absorbiera el rayo como había hecho antes la cometa. Así lo hizo con la intención de preservar el columpio, inventado de paso el pararrayos. Aunque quizás, lo que Benjamín intentó preservar solo fuera la ilusión de sentarse en una silla detrás de la ventana para esperar a que su hija volviera de Nueva York, como hacía todos los años.

Como hace todos los días en diciembre.

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Archivo:Usdollar100front.jpg

Benjamín Franklin aparte de ser un gran político fue también un gran inventor. De entre muchos de sus inventos el que más destaca es el Pararrayos. Hizo la prueba con una cometa y pudo así demostrarlo científicamente. Los nombres de los hijos son reales. La imagen de la cometa, también. No me he parado a pensar si en aquellos tiempos se regalaba en Navidades. Todo lo demás es inventado.

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viernes, 21 de agosto de 2009

Lista de participantes del Sábado Literario de Mercedes

Mi antecesora Mimí me prestó las llaves, ahora me toca conducir a mí, y espero que alguien que no haya conducido nunca, o que simplemente haga mucho tiempo que no  amarra el volante, se anime a pedirme las llaves del bus. Prometo dejar los asientos limpitos
Por ahora, estos son los escritos que ya se han colgado. ¡Viva la Ciencia!

1) Misk

2) Gustavo

3) María José Moreno

4) Casandra

5) Susurros de tinta

6) Paola del Campo

7) Descubriendo Magia en las Palabras

8) Dorotea Fulde

9) Rodríguez de Sousa (Yo)

10) Markos Blues

11) Tésalo

martes, 18 de agosto de 2009

Sábados Literarios de Mercedes. Ciencia Cuentista.


Después de divagar entre algunas propuestas al final me he decidido por una que a mí me atrae enormemente. Se trata de utilizar la ciencia como instrumento literario. Al contrario de lo que algunos creen, conocer un poco la Física de Aristóteles, Los Principios y la Óptica de Newton… pueden sacar a la luz estupendos relatos. Se trata sobre todo de realizar un pequeño cuento en el que un descubrimiento científico, o la utilización de una técnica por primera vez sea el germen o centro del texto. Pongo un ejemplo para que os orientéis mejor, extraído de un libro que tengo sobre técnica literaria:

“El efecto de la velocidad no se advirtió hasta la invención del motor de combustión interna y los principios del transporte rápido. El 8 de septiembre de 1889, Mister Randolph Whig, de Surrey, llevó velozmente a su suegra a Londres en su nuevo automóvil. Para su alegría, llegó en la mitad del tiempo previsto, cuando apenas se había iniciado la conversación, y decidió estudiar el fenómeno. Después de la publicación de sus investigaciones nadie volvió a ir despacio.”


Cómo veis este un texto que trabaja sobre la invención del motor de combustión interna y la velocidad. Pero disponéis de un campo descomunal donde sortear vuestra imaginación. Os adjunto algunas iniciativas (seguro que a vosotros se os ocurren más chulas):

La manzana de Newton

La llegada de la luz a algún lugar perdido (Por primera vez)

La primera vez que pudo verse una persona por televisión

El terror de una anestesia por primera vez en una operación quirúrgica.

La relación virtual de una pareja que culmina en boda a través de Internet

La primera vez que una voz salió de un aparato de radio

 

Imagen del Sábado Literario de Mercedes

Podéis indagar también en la vida infructuosa de los científicos, en los que ellos pensaban, en sus quejas, en sus debilidades neuróticas para, si os sirven, enriquecer el relato. No tiene que ser totalmente realista, también es válido inventar cosas como hicieron nuestros amigos de esta semana literaria. 

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Mi antecesora Mimí me prestó las llaves, ahora me toca conducir a mí, y espero que alguien que no haya conducido nunca, o que simplemente haga mucho tiempo que no  amarra el volante, se anime a pedirme las llaves del bus. Prometo dejar los asientos limpitos.

Os sugiero que los textos no tengan una extensión superior a las 600 palabras.  

Normas para participar en los Sábados Literarios de Mercedes (La entrada es libre y gratuita).

(1) Encontrarás el tema que se ha propuesto en el blog de quien conduce. A ese tema le acompaña siempre una imagen. Cuando lo tengas preparado, cuelga tu relato en tu blog.
- (2) Has de hace constar "Sábados Literarios de Mercedes" en la entrada de blog. Colocar la imagen que ha elegido quien conduce es optativo. Pero es útil. Ésta, sirve de localizador dentro de tu espacio y del de todos quienes participan.
- (3) Manten tu entrada todo el sábado y a ser posible algunos días.
- (4) Avisa a quien conduce que tu entrada con el tema está colgada, el viernes por la tarde y a lo largo de todo el día del sábado y cuelga la dirección,  URL de  esa entrada en específico.
- (5) Quien conduce esa semana, primero ha consultado con la persona que llevaba el bus la semana anterior. Puede haber otros candidatos. Pero es la persona que suelta las llaves quien se hará cargo de resolverlo.
- (6) Corresponde a quien conduce y solo a esa persona, colgar las URL de todos los participantes. Hay, por consiguiente, que hacérselo saber.
- (7) Si conduces, cederás después las llaves. Pasarás información a quien te la pida. Harás anuncio, de quien sea sucesor o sucesora.Y no olvides, por favor, pasar las normas junto a las llaves.

sábado, 15 de agosto de 2009

La guarida del lobo. Sábados literarios de Mercedes: El grito libertador

Hoy conduce el sábado literario Mimí. La verdad es que no entendía muy bien qué poner y que no poner. Pero ahí va mi relato. Por intentarlo que no quede.

EL GRITO LIBERTADOR

Desde lejos, la pobre Angélica se avispaba más pequeña que nunca. Yacía dentro de un cubo de plástico transparente. El cubo medía 10 centímetros. Era un cubo perfecto, con las mismas proporciones de altura, anchura y largura. Angélica no estaba tan apretujada. Podría estirar su cabeza, tórax, y abdomen sin ningún inconveniente. Angélica era una mosca. Una mosca de laboratorio. Ella se preguntaba qué hacían esos señores de blanco, andando siempre con guantes desinfectados, mascarillas, jeringas, y gafas de bucear. Angélica comentaba que eran muy educados y trabajadores, pero algo guasones. Durante una semana le habían introducido dos moscas machos en el cubo. La mosca, tímida, se dejaba hacer lo que los otros le pedían. Antonio, que no era más que un vejete verde ávido de juventud la restregó con su labium y palpos auxiliares finitos y titubeantes; mientras Raúl, el jovencito, se encargaba de todo lo demás, poniendo a prueba la estabilidad de los halterios. Y es que a Angélica esto no le parecía incedente, al fin y al cabo, era una mosca Calliphoridae, es decir: una mosca puta. Además, ahora, en el laboratorio, le daban de comer exquisiteces. El único problema se encontraba en la cámara que los filmaba cuando practicaba el sexo con Antonio y Raúl. Su madre, que también era putilla de nacimiento, le había dicho que una puta nunca debe ser una actriz porno. Por eso Angélica estaba triste y en cuanto se le pasaba el gusto de los orgasmos (era multiorgásmica, cualidad inequívoca de la rama Lucina Cuprina Australiana) se rascaba la cabecilla con mucho ahínco. En el fondo del corazón deseó que aquel cubo cristalino se mostrara opaco para que nadie pudiera observarla en plena acción. El día siguiente y para sorpresa de Angélica, que le rezó a la virgen de los Dolores, la virgen que por otro lado la había proveído de las mayores golosinas cuando los fieles regalaban melocotón en almíbar al cura de la parroquia; para sorpresa suya, el cubo fue cubierto de una bata blanquísima, seguramente de la chica becaria que se quedaba  con Eduardo por la tarde. Después, escuchó unos ruidos, que a ella le parecieron muy extraños. Angélica se preguntó qué estarían haciendo pero su diminuto cerebro se distrajo con la brillante felicidad que estaba experimentando porque ya nadie la vería realizar su trabajo. En plena fiesta interina oyó, de pronto, un grito desgarrador, descomunal que rebotó por las paredes del laboratorio y un manotazo humano de placer tambaleó el cubo donde se hospedaba Angélica que logró escapar de su prisión de cinco estrellas con la seudotráquea callada al ver a sus compañeros moscardones que no habían corrido con la misma  suerte y que avistaban, desde lejos y envidiosos, el brillo azul metálico de las alas de Angélica.

FIN

Relato escrito por Juan Manuel Rodríguez de Sousa

martes, 11 de agosto de 2009

Autorretrato y reflexiones de egocéntrico (2)

 

Segunda Parte

El cine, la música y otras cosas

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(Para leer la Primera Parte pincha aquí)

No sólo la literatura me salvó de las horas suicidas, sino también el cine. Soy tan inconstante, que podría ver tres películas diarias durante una semana y no terminar una novela corta en más de un mes. Es mi mayor defecto y virtud. En realidad, es mi pareja eterna, aquella de la que nunca podré librarme. Soy inconstante pero tengo algo que la contrarresta: la paciencia; aunque hasta en esto me muestro inconstante. Puedo llegar a ser la persona más inquieta, la que no aguanta la espera de una cola para recoger un helado McFrury y la que, de repente, está dispuesto a esperar sentado en el autobús durante dos horas y con la mente en otro lado. Al otro lado del mundo. Me gusta reírme de la muerte. Llorar ante la alegría forzada o los sueños rotos asumidos con tristes sonrisas. Me gusta pasear y fijarme en las cosas que brillan, en los aceites de los talleres o en los escaparates capitalistas. Comprar libros, cosas antiguas. Investigar bibliotecas Caminar. Examinar el estado de los embalses todas las semanas. Leer periódicos. Mirar la bolsa, ¿para qué, sino tengo acciones? Engullir chocolate, Lacasitos, huesitos y Kitkat acompañados de Cocacola Light mientras escucho mis canciones favoritas. Me gusta pensar que mi gato entiende los versos que le escribo. Me gusta la música. Mejor, me desangro en ella como un gilipollas. El germen y lo onírico de mí lo hallo en el jazz y el blues (por eso de la inconstancia); la vida entera se me va entre el pop y el rock. La debilidad de mis raíces engarza con el flamenco y la copla. En la variedad de mis risas y vergüenzas ajenas ante lo comercial y decadente se encuentran algunas delicias nada deleznables; mi límite de escucha se sitúa en el rap; el horror solamente lo encuentro en el reggaeton. Bueno, horror no, más bien dolor de cabeza. Aunque al final las influencias perniciosas de los amigos y compañías me dejan a Mozart reservado en el sótano inescrutable al que nunca voy. Y Bruce Springsteen me lo encuentro en cada esquina de mi casa. Creo que he tenido sueños eróticos con él. Aunque tampoco estoy seguro si he corrido con esa suerte.

Me encanta la lluvia y los paraguas. De chico me daba igual mojarme hasta las pantorrillas, ahora me encharco como un cerdo no haciendo caso de la sociedad homogeneizadora. O quizás haciéndole demasiado caso. Los paraguas los utilizo para abrirlos en mitad de la casa y poner a mi madre atacá de los nervios. Odio el calor, ese calor veraniego que te entra hasta el alma quemándola y dejando tan solo desechos negros que no te permiten salir, ni pasear, ni ver a los amigos, ni escribir, ni leer; sin las ganas de asesinar al que apagó el aire acondicionado antes de irse pensando que tú no estabas en casa. Ni siquiera eso. Qué triste. Qué triste puede ser el calor.

 

Quizás el cine fuese algún antídoto contra ese ardor, esa autodestrucción. El problema de este (el cine) es que deja anulada la imaginación prestándosela al instante al director (o al guionista, o al intérprete, o la madre del cámara) que te maneja como una marioneta. Sólo la posterior interpretación da lugar al pensamiento inventado, porque el resto es tragar lo que te dicen y punto. Así que uno sólo tiene derecho a opinar sobre lo absorbido en la película que ha visto sobre el ordenador, o después de pagar la entrada de cinco euros en una sala de cine. Es mi pasión más arrebatadora, veo tanto cine, que a veces mi mente se colapsa entre las imágenes, pero es lo que hay, me encanta. Mis últimas averiguaciones me han proporcionado pistas a cerca de por qué me gusta tanto. Es sencillo. Es el medio por el cuál mi mente descansa, allí no hay entrenamiento cerebral, ni siquiera una mínima ilusión recreada por mí, sólo se encuentra la pantalla y yo. Si después decido escribir una crítica o una reflexión, eso es cosa aparte. Normalmente no lo hago, porque sería imposible escribir sobre todo lo que veo. Opinar sobre el cincuenta por cierto de mis horas dedicadas al ocio resultaría un aburrimiento. Como opinar sobre uno mismo, errático y poético al mismo tiempo, como en este mismo texto donde intento condensar una vida (aburrida) en tres metros de madejas letradas. ¡Qué patético, qué espejismo!