domingo, 25 de octubre de 2009

LA BELLA INUTILIDAD (no es una Burger)

Tengo lágrimas en los ojos. Se deslizan. Me conmueve el trinar de una madre, las acciones inútiles. Cada vez que veo la ineficacia realizada con esmero, con amor, se zarandea un pequeño cachito de mis tripas. Es como encontrar el porqué del estar viviendo. Si todo fuera comer, respirar, cagar, mear, follar y dormir apaciblemente la vida sería mucho más fácil. La vida sería como una Burger reluciente. Esponjoso pan al que me veo tentado con darle un bocado: caer en la trampa de saborear el regusto de la bobería. Y por ese bocado todas las noches me convierto en bulímico, en deseo infinito de expulsión de semejante bodrio. Pero no es tan sencillo como meterse los dedos en la boca, ni tan sólo basta con emborrachar el hígado. Quizás haya que acercarse a la barandilla de hierro fría y saltar por los aires. O convertirse en salvaje que ríe por las tonterías, con los chistes malos, que llora difícilmente por nada, que se destruye a sí mismo a cambio de expulsar ese pedazo de Burger tan apetecible, tan asqueroso. A cambio de estar viviendo.