miércoles, 29 de julio de 2009

Maratón criticona de verano (1 tanda): Chéjov, Stevenson, Umbral, Poesía Árabe y Moro.

 

Primera tanda (5 libros)

Echaba de menos comentar algunos de los libros y películas que veo. Últimamente mi talante de crítico literario ha flojeado bastante por eso de cierra la boca y come, critica menos y escribe más. Más abajo inicié una lista de los libros que llevo leído este año. El método no es infalible porque tal lista hay que tenerla actualizada y yo llevaba casi un mes y medio sin colocar mis lecturas correspondientes, (la vagancia que uno trae adherida en el verano). Al final las he podido recordar casi todas  dejando en el banquillo dos o tres libros que cogí de la biblioteca y que han quedado olvidados. Me gustaría comprar todos los libros que leo, de este modo el olvido no sería tan inminente, pero para eso debería trabajar, y si trabajo no dispondría de tanto tiempo para leer. Conclusión: no olvidarme de hacer una lista. (Enlaces en violeta para conocer mejor al  autor o su obra).

Dicho esto, que casi no interesa nada ni a nadie, (más que a mí) comienzo esta maratón criticona. El violín de Rothschild y otros relatos (Anton Chéjov) es un libro imprescindible de este autor también imprescindible. El mismo cuento que da título al volumen, o el modernísimo de “El hombre enfundado” son realmente excepcionales. Casi me ha gustado más este tirón de cuentos que la más famosa saga de La señora del perrito y otros cuentos. En contraposición nos encontramos con El club de los suicidas (R.L. Stevenson); una novela corta de escaso valor literario, (eso es lo que me pareció). No me gustó, sobre todo el estilo, aunque debo reconocer algunas ideas muy originales y por extensión, perdonarlo pues fue este autor quién escribió la Isla del Tesoro. Absuelto entonces.

Si deseáis leer una novela para disfrutar de su estilo, de frases magistrales, de sorpresas gramaticales, de innovación y de un vocabulario exquisito os envío directo al mundo de Francisco Umbral. Hace un año leí una novela suya: El Giocondo que no me agradó demasiado, pero quedé conmocionado con la belleza de su lenguaje literario, esta vez, con más suerte me tope a Las ninfas. Una novela, quizás de las más cercanas a la ficción pura (aunque Umbral siempre toca su vida), graciosa, triste, real e imaginaria, subjetiva y que especialmente disfrutarán los escritores dado que gran parte de la obra discurre sobre la dudosa vocación de escritor del protagonista y algunos personajes secundarios. Las ninfas las fui alternando con una Selección de Poesía Árabe de sus autores capitales. Si os place voy a colocar algunos poemas que me sorprendieron por su belleza y sobre todo por su modernidad (teniendo en cuenta que los autores van del siglo IX al XI).

Debemos vernos sólo después del anochecer. / El sol es un chismoso, pero la noche/ Un chulo cuyas cortinas de burdel/ Protegen muchas citas.

.......

Sin llamarla, su imagen se curó,/ Mi pérdida cambió en una sensación/ de cercanía.

El sueño es una vieja puta que trae a mi/ amor a la cama/ Desde donde ella cálidamente descansa,/no importa lo lejos.

De Abdullah Ibn Almu’tazz

 

Ella abandonó mi lantiente corazón,/ Y éste forcejea en el lago de la ausencia. /

Dile a Narjess que debe rescatar a su víctima, /O será hallada culpable de asesinato por negligencia

De Abbas Ibn Al-ahnaf

Reíamos; nuestra risa delataba desprecio. / La gente en esta tierra debería vivir; con/ miedo./ Cuando los hombres estrechan la mano del tiempo, /el tiempo/ Los aplasta como vasos; pequeños trozos de cristal

De Abu Al-ala Al Ma’arri

Para terminar esta primera tanda os dejo con un poco de filosofía y literatura. Se trata de Utopía, (Tomas Moro). Me encantó. Mi afición por la Historia seguro que ha tenido algo que ver para quedarme fascinado por esta obra, sin duda, base de otras obras capitales que vinieron posteriormente. Con un estilo sencillo y claro nos adentramos en un mundo perfecto de la mano de uno de los pensadores más importante de toda la Humanidad.

moro3.jpg (243×300)

Y por ahora eso es todo, la segunda tanda versará sobre estos cinco libros: La colmena (Camilo José Cela); El Alquimista (Paulo Coelho); Vicente Aleixandre (Antología); El elogio de la locura (Erasmo de Rotterdam); Amuleto (Roberto Bolaño)

Artículo escrito por Juan Manuel Rodríguez de Sousa

lunes, 13 de julio de 2009

Autorretrato y reflexiones de egocéntrico (1)

 

PRIMERA PARTE

 

Soy un chico algo raro, algo extraño, algo, no sé. Ah, sí, algo normal, y algo grande. Escribo y estudio a tiempo parcial, y el resto del tiempo lo dedico a leer y escuchar discos parcialmente; Uno o dos capítulos, una docena de canciones. La escritura la inicié hace mucho, pero la seriedad creativa la descubrí en la efervescencia de mis diecinueve años. No es seriedad, es costumbre que se convertirá en disciplina, o eso espero con muy poca esperanza. Rozan mis líneas la prosa y poesía. Todavía no sé si las estrofas que escribo son mejores que los párrafos, dudando de cuales serán mis mejores amigos en un futuro, procuro no discriminar a lo poético, ni apartar deliberadamente a la prosa, mujer u hombre, acaso es lo mismo, acaso importa si son diferentes, si son iguales:

¿Quién dijo que la imparcialidad sólo podía ser matemática?

Me encanta recitar los poemas en voz alta, algunas veces hasta los aprendo de memoria para cantarlos al dios de las pequeñas cosas que me acompaña. No lo hago mal, pero no soy el mejor, existen voces más bonitas y fluidas con las que nunca podré competir. ¡Qué pena! Pero así me quedan el silencio de los versos que escribió Machado <<Mi infancia son recuerdos de un patio de Sevilla>>. Él fue mi mejor maestro cuando las palabras todavía se me tropezaban en la lengua con los cordones de los zapatos desatados y las tristes estrofas que decían: “Se le vio, caminando entre fusiles” Y de allí me llevaron ebrio de placer poético al país lorquiano. Navajas flamencas, venganzas gitanas que iban y venían mientras estaban temblando los tejados, farolillos de hojalata.

Así, ebrio de Antonio, caminando como sonámbulo junto a Federico me aparecían en la manga los cuentos de Chéjov que me espabilaron y las frases largas y magistrales de un Márquez que vencerá al tiempo y al olvido con sus cien años de soledad, por mucho que a él le pese. En el salón se encontraban también Sinué, las novelas románticas y la tragedia shakesperiana. Esperándome con impaciencia las historias de un loco Alonso Quijano y escondiéndome mientras tanto en las aventuras de Galdós o naufragando como Robison Crusoe a su isla desierta. Allí, las disputas familiares, los cargos de conciencias, la decadencia física de mi cuerpo se volatilizaba en mil palabras, mundos y sucesos eternos. El límite no existía, pues aunque dispusiera de todo el tiempo del mundo, éste siempre quedaría insuficiente para la leer la cantidad de libros que me gustaría. Una biblioteca es lo más cercano al infinito, y lo más triste.

Autor: Juan Manuel Rodríguez de Sousa