lunes, 2 de enero de 2012

Vagabundo

A Miguel

Una vez conocí a un viejo en la puerta de una iglesia. Un pequeño vagabundo con bastón que veía pasar, al tiempo, entre el danzar de las palomas del parque. Le confesé mi tristeza, que caminaba como él, sin esperar llegar a casa, sin esperar el reclamo de nadie. Le confesé que yo también sonreía a los periódicos del suelo, que yo también tenía la costumbre de recoger las revistas en las oficinas de turismo, de ofrecer caramelos a los niños a cambio de su sonrisa. Entonces me contó una historia, su historia escrita de memoria con imágenes dibujadas por sus manos en el aire. Castillos de arena derribados con el vendaval de alcohol y siestas. Siniestro paisaje donde la luz quemaba y la lluvia no era de abril sino de octubre: fría y desgajada entre nubes rotas. Amores lejanos. Cuando concluyó lo dejé tendido en una nube de cartulina,  soñando con una ducha caliente, con la piel limpia, con el olor a jabón, a natillas recién hechas. Soñaba que tenía un sofá rosa y un móvil moderno.

Una vez conocí a un viejo en la puerta de una iglesia. La diferencia, entre él y yo, es que yo aún sigo con vida. 

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6 comentarios:

Anónimo dijo...

permíteme dar otro final a tu final, juan manuel: la diferencia entre él y yo es que su mano suele mostrar la palma y la mía el envés de la palma...
como cada vez que te leo..oléeee¡¡
medio beso, juanma...

Paseo por las nubes dijo...

Juanma, tu texto me ha parecido magnífico. Eres un escritor muy bueno, por eso, no deberías dejarnos sin tus letras nunca más.
Tengo un secreto para reconocer a los buenos escritores, pero como es un secreto no lo voy a contar. Tú eres un buen escritor (lo que no quiere decir que todo lo que escribas sea bueno, eso no lo consiguen ni los grandes, pero eres de los buenos, lo vi en la prueba de mi algodón, que nunca falla je, je).
Feliz Año

Neogeminis Mónica Frau dijo...

Esos habitantes de las puertas de las Iglesias suelen ser certeros magos a la hora de descifrar los secretos de la vida, pero suelen carecer de la valentía que se requiere para andar la vida intentando las cosas en que se cree. Espero que además de seguir vivo, te encuentres aún intentando.

Un abrazo.

Anónimo dijo...

Juan Manuel: Yo aprecio más diferencias entre ambos. El vagabundo está en la posición voluntaria o forzada por la vida, de tocado y hundido, el narrador de tu historia en cambio, triste, desolado, sigue sin embargo en pie, intentando abandonar esa tristeza. Para uno, la muerte. Para otro momentáneamente la vida y un panorama de esperanza en el horizonte.

CARMEN ANDÚJAR dijo...

Real como la vida misma, historias crueles que minan la vida de las personas, dejándolas vivos pero sin vida, en este mundo del cual somos incapaces de, aunque sea un poco cambiarlo y hacerlo mejor

Juan Manuel Rodríguez de Sousa dijo...

Muchas gracias a todos por los comentarios.

Un beso y abrazo,
Juanma