sábado, 24 de diciembre de 2011

Los niños de verdad


Cómo el tiempo de los sueños. Miranfú.
Caperucita en Manhattan.
Carmen Martín Gaite

Ayer, leí en un artículo que los niños son los únicos que saben comportarse en Navidad. Son los que creen, de verdad, que estas fechas poseen la importancia de la seriedad que necesita todo misterio. Son los únicos con auténtica capacidad de creer. El resto, nos engañamos. Aunque yo tenga un hechizo que leí en un libro mágico. Las instrucciones son muy sencillas, pero tienen el poder de hacerte volver al pasado, a  nuestra infancia cuando todavía éramos auténticos creyentes. Sólo hay un requisito imprescindible: cuánto más cínico sea un adulto, más alto debe articular las palabras mágicas. ¡Miranfú! Es por eso que nos duele madurar, porque cuanto más sarcasmo almacenamos, más nos distanciamos de ese niño que fuimos, más necesitamos gritar. En realidad, a nadie le gusta crecer, excepto a los niños. Pero los niños tienen un pequeño defecto: se sienten inmortales, se creen y nos creen, a los adultos, seres infinitos en donde el tiempo apenas cobra importancia hasta que la conciencia los despierta y los hace darse cuenta de la suerte de contar con la familia y los amigos. Es en ese instante, en el despertar de la conciencia, cuando algunos de los niños se convierten en niños de verdad. Otros, la mayoría, se disfrazan de adultos. Como niño de verdad, --no podría ser de otra forma porque me dan miedo los payasos--, tengo la suerte de contar con una gran familia donde las rencillas entre cuñadas, primos y hermanos vuelan con más cariño que malicia. Tengo la suerte, además, de contar con mis amigos. Ellos albergan mi memoria, mis momentos más felices, al igual que yo conservo un pedazo de los suyos. Éste es el secreto de la Navidad, el recuerdo de todos estos instantes, el darse cuenta de lo afortunados que somos. Y ese sentimiento pertenece sólo a los niños de verdad. Quizás también pertenezca a los adultos, pero éstos se preocupan demasiado en ocultarlo, porque tienen miedo de perderlo, o miedo a que se les queme el pavo. Yo también lo tengo: a veces me disfrazo de adulto porque queda guay ser mayor y conducir un coche. No obstante, estas navidades he decidido hechizarme con la palabra más mágica del mundo. Para que funcione bien debes cerrar los ojos con mucha fuerza hasta que duelan los párpados y enunciar (según tu nivel de cinismo) en voz alta ¡Miranfuuuu! Es la única fórmula de curar a los adultos y convertirlos en niños de verdad. Y como niño de verdad tampoco es que me sienta más especial ni inteligente, ni más ingenioso, ni gracioso, ni siquiera más juguetón. Tampoco me desvivo por nadie: sigo siendo el de siempre.  Pero algo ha cambiado, pues cuando observo mí alrededor y constato el cariño que muchas personas me tienen, no puedo hacer otra cosa que sentirme afortunado e injustamente feliz. ¡Miranfuuuuu!

Feliz Navidad

8 comentarios:

Desirée dijo...

Entonces tengo que rebajar un poquito mi ironía! xDD
Feliz Navidad, Juanmita! Un beso

Juan Manuel Rodríguez de Sousa dijo...

No, no hace falta. Sólo hace falta que digas Miranfú muy alto. Tú verás como funciona.

Feliz Navidad, Desireé, nos vemos en el portal de las historias. Un beso

Celia Álvarez Fresno dijo...

Feliz tú, que sabes interpretar la vida.
¿Sabes quien soy? Jejejej, estaba detrás del espumillón.
Besinos

Juan Manuel Rodríguez de Sousa dijo...

Claro que sé quien eres. Lo que pasa es que no hemos coincidido en persona en los talleres de Ramón. Un beso,

Felisa Moreno dijo...

Juanma, me han emocionado tus palabras, creo que voy a gritar Miranfú con todas mis fuerzas, quiero ser otra vez una niña, y cada año vivir la ilusión de pillar a los reyes magos cuando me dejaban los regalos. Un beso y Feliz Navidad.

P.D.: Tu regalo está en camino..

CARMEN ANDÚJAR dijo...

Tienes toda la razón, nuenca hay que perder el niño que todos, todos llevamos dentro y con el la imaginación, que sin ella ¿qué seríamos? Ya te lo digo yo, nada de nada. Así que yo también pronunciaré esa palabra mágica ¡Miranfuu!
Un beso y feliz año 2012

Juan Manuel Rodríguez de Sousa dijo...

Gracias, Felisa, por tu comentario. Sí, no deberías creerlo, sino hacerlo. Pero te lo digo en serio. Porque los niños de verdad son más serios que los adultos.
Otro beso para ti!

Carmen, me alegro un montón que te unas al club de los "niños de verdad". Tienes razón, sin imaginación no seríamos nada, pero tampoco es que te haga mucha falta porque cuando digas Miranfúuu verás que el efecto es tan real como la vida misma.
Feliz Año Nuevo!

Noemi dijo...

un saludo afectuoso desde El Salvador Centroamerica desde mi blog www.creeenjesusyserassalvo.blogspot.com