Pero los únicos que pueden cambiar el mundo son los pesimistas. A los optimistas ya les parece bien como está.
-José Saramago-
Esta cita se la dedico a una amiga, Desirée. Seguro que no la discute.
Pero los únicos que pueden cambiar el mundo son los pesimistas. A los optimistas ya les parece bien como está.
-José Saramago-
Esta cita se la dedico a una amiga, Desirée. Seguro que no la discute.
Mario murió, pero seguirá allí donde le encuentren sus letras.
POEMA
DOCUMENTAL SOBRE LA VIDA Y OBRA DE MARIO BENEDETTI
ARTÍCULO QUE ESCRIBÍ SOBRE "LA TREGUA" EN EL MES DE DICIEMBRE
Ventanas
Ventanas de mimbre y quejido
te quiero atravesar con mis manos,
caer al vacío.
Ventanas de luto y ruidos sordos
me quitaría el alma en el alfeizar
y después de ti
no tendría nada en los riñones
ni nada en las caretas.
Ventanas de rejas y sonrisas en la boca
reflejadas sucias en el cristal límpido
apedreadas con la voz de la conciencia.
Ventanas de futilidad y futuros recuerdos
que se imaginan en el burdel de los deseos
y se extinguen antes de llegar a las cortinas.
(¡Arden las cortinas con las colillas!).
Ventanas de mimbre y quejido
te quiero atravesar con mis manos,
caer al vacío.
Autor: Juan Manuel Rodríguez de Sousa
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Me apetecía colgar un poema.
Al revés
Para escribirte poemas de amor
me pongo las zapatillas al revés
los pijamas, las camisetas.
Para así esperar al beso regalado
de tu mejilla,
o de alguna esquina con pelusas
donde escondes las cerillas
que me queman.
(¡Puñetera!)
Para escribirte poemas de amor
me pongo los calzoncillos del revés
Y hasta podría escribirte los versos
con la etiqueta fuera,
(quieres me, quieres me no)
Cuando te escribo poemas de amor,
nada está al derecho
todo fue al revés.
(A ver si hay suerte).
Autor: Juan Manuel Rodríguez de Sousa
Aquí os dejo con un artículo que describe la ceremonia en donde se me otorgó el tercer premio en la modalidad de microrrelatos. Lástima que no pudiera asistir y dar las gracias a los organizadores.
El pasado domingo, 26 de abril, tuvo lugar en el patio del ayuntamiento la III Gala del Lector en la que pudimos disfrutar del buen hacer del contador de historias,Felix Albo, que hizo reir y emocionarse al público asistente.
El acto fue presentado por la concejal delegada de cultura, Lola Fernández, que hizo un llamamiento para que todos nos acerquemos a los libros animando al publico asistente a acercarse a la biblioteca, así como a todo tipo de literatura y creación, a la vez que felicitó la labor y el esfuerzo que desde la Biblioteca Pública Municipal “Miguel de Cervantes”, en las personas de su bibliotecaria Ana Fernández Conde y su auxiliar Prado Iniesta se viene realizando por crear un espacio abierto a la cultura de una forma cercana y accesible, promoviendo la animación a la lectura, la educación y el conocimiento.
Además, durante este acto se hizo entrega de los diferentes premios de los concursos de narrativa y comic que con motivo de la XVIII Semana de la Biblioteca, celebrada del 15 al 26 de abril de 2009, se habían convocado en sus categorías de narrativa, cómics e hipervreves. Estos fueron los ganadores:
VIII CERTAMEN DE NARRATIVA B.P.M. “MIGUEL DE CERVANTES” Y PROGRAMA ALCAZUL
Modalidad A: 14-18 años
Modalidad B: mayores de 18 años
VIII CERTAMEN DE CÓMIC ALCAZUL – (12 18 años):
VII CERTAMEN DE CUENTOS HIPERBREVES “PREPARADOS, CUENTOS… ¡YA!” DE LA Asociación Cultural “PIRUJAS”
Esta es mi aportación para el Sábado Literario que vuelve a conducir Ardilla, a modo de advertencia diré que fue un intento de burlarme, de divertirme a costa de esos críticos sesudos del arte (sobre del contemporáneo) que a veces no parecen estar muy bien de la cabeza. Para mí, que soy un defensor de arte abstracto, me costó mucho de mi propio honor (pero sobre todo me divertí) pues me di cuenta de que yo también padezco la enfermedad de “la fascinación por lo nuevo”. Podría haber escrito mucho más sobre esta obra maestra que mi prima pequeña realizó hace un año, pero tampoco era intención aburrir al personal. Sin más dilaciones, os dejo con ella.
BARQUITO A LA DERIVA by Laura
Laura es una niña de cinco añitos que realizó esta fotografía.
Crítica
¿De verdad que sólo es un barquito a la deriva? Fíjese bien, muy bien. Por mí, como si necesita mirar cada grano del suelo para descubrir el secreto de esta fotografía. Cuéntelos si hace falta. ¿Sabe ya el número exacto? O mejor dicho, ¿se ha dado cuenta de que está enfrente de algo que se convertirá en obligado estudio para los estudiantes de fotografía?
Déle tiempo al tiempo, pero si el tiempo es precisamente lo que le escasea, si la espera va a resultar muy difícil para su más difícil paciencia, entonces, lea estas líneas que en caso de no hacerle bien, tampoco le sentarán mal.
La claridad poética de esta obra es asombrosa. Quién no puede apreciar ese movimiento de las olas insinuado por el gratino pardo, quién no se da cuenta de esa metáfora descomunal sobre el origen del mundo: un mundo de mares revueltos pero donde el Futuro contaminante secará hasta la mismísima sal entre las arenas de un desierto eterno. Laura ha conseguido resumir todo eso y mucho más en una elipsis fotográfica sobrenatural.
Es sin duda, una obra maestra digna de imitar para las siguientes generaciones. Sólo hay que observar y ya, de repente, se encuentran multitud de significados diferentes. Por ejemplo, la oscuridad del fondo, como si desde un mar bravío se acercara una tormenta de nubes negras.
Incluso más interesante podría ser la interpretación que le podemos dar a esa oscuridad si tenemos en cuenta que es un mar de arenas, evaporado hasta la última gota. ¿A qué se debe esa oscuridad en pleno día, y en plena tierra? ¿Os recuerda a algo? Sí, a Moisés, a las siete plagas de Egipto que asolaron de un modo inexorable el país del Nilo. Una de ellas, era la noche mediante un eclipse solar eterno. Es increíble cómo una niña pequeña haya logrado alcanzar tal profundidad en una sola instantánea, logrando aunar el problema medioambiental que sufre el planeta, con el Apocalipsis bíblico y la generación primera del pueblo de Israel cuando se liberó del yugo egipcio.
Sin embargo, hay algo que te estarás preguntado. ¿Qué pasa con la barquita? La barquita es el centro, somos nosotros. El centro, porque en un alarde de sabiduría guiña al Renacimiento, pero al mismo tiempo es, en realidad ,una representación de nosotros mismos en forma de una pequeñez desamparada en medio de la inmensidad. ¿Es casualidad haber elegido un barco pequeño en medio de esta inmensidad? No, nada es casualidad, y menos cuando es tan evidente que Laura ha querido reflejar al mundo civilizado como algo insignificante ante el designio destructor de la Naturaleza.
Aquí y allá, en una espera inevitable. Entre las creencias que creemos salvadoras, la autora de esta fotografía ha elegido un curioso lugar para que los humanos aguardemos la catástrofe que se nos viene encima. ¿Otra casualidad? Imposible.
Exacto, el suelo, la baldosa corriente de un suelo corriente. Una vez más, el destino y polvo de la humanidad no merecen siquiera descansar sobre una flor, ni dentro de una copa de bronce, ni encima del ordenador ultra-tecnológico recién salido al mercado…Como en la famosa cita: Polvo eres, y en polvo te convertirás; aunque aquí el polvo descansará sobre el suelo corriente, para que después te barran y te frieguen con la lejía que compraste la semana pasada.
Crítica escrita por Juan Manuel Rodríguez de Sousa
Es la una de la madrugada, el sol es un objeto que ya no recuerdo, pero sí las risas de las niñas que me acompañaron en el viaje literario de este fin de semana comenzado por la cena a la que me invitó Mercedes (jueves) y por su posición de miel en los labios en el certamen del viernes, donde también estaban Lola y sus besos, Dorotea y sus miradas que lo dicen todo; y Ramón, con las palabras en la boca. Deseando que llegara el sábado erótico nos acostamos (en la cama) con la esperanza de volver a vernos.
Le di un beso a Clara, un abrazo muy fuerte, tenía ganas de verla danzar en mis brazos y hablar de nuestros secretos. Inmediatamente después me topé con María, que ya conocía por fotos y poemas flipantes. ¡Qué tía está hecha! Luego vino Ana, la mujer más habladora del mundo. Luz me dejó desconcertado, no caí quién era al principio. Menos mal que vino, porque en medio de la lluvia y el viento se echó mano al sol sevillano envuelto en geranios de plutonio que se había traído. Chu también estuvo con nosotros, dibujante encantadora y antojadiza de cacahuetes que luego chorreó por el suelo de la tienda. ¡Cuánto nos reímos!
Vimos a Mercedes pasar como un rayo, que nos dejó a cargo unos platos y unas flores y se fue a recoger a Paco, nuestro catalán del grupo al que tenía muchas ganas de conocer en persona, es un tío que no decepciona, que regala historias (me chivó una que debo escribir). Hombre que juega peligrosamente con las arañas negras de los lavabos en los bares. (O clubes alternes). Algo que no disgustaría a Enrique, el marido de Lola, artista por los cuatro costados que nos dejó la cama para el taller, a mí especialmente me prestó el colacao, aunque la leche la puso Lola, mujer de juventud hipie que escribe —cuando no se entretiene— bajo un olivo, o un perchero… De Sevilla también vino Lourdes, de una dulzura descomunal que te arrebata el sentío. Jaén estuvo bien representado por Felisa, (la escritora de los ojos bondadosos), Mamen, virgo como yo, que acaba de entrar en el desván como su amiga Inma. Esperamos que continúen en el taller, hipnotizadas por los encantos personales (y profesionales) del profesor. (Esto pareció certificar la mirada de ambas) ¡Ah! También estuvo María José que engatusó a más de uno con su belleza misteriosa. Desde luego, qué buen nivel se disfrutó en el taller.
De izquierda a derecha: (de arriba a abajo) Ramón (sobando a Clara) , Mercedes (casi que no sale), María José (intentado esquivar la cabeza de PAco), María (besucona) Lola (haciendo los estiramientos de cuello que el médico le recomendó) y Felisa (con cara de estar diciendo: ¿dónde me he metido?) Segunda fila: También sale Ramón (con camisa de 69) Clara (partiéndose) Paco (¿dónde está su pipa), Ana, (no se puede reír más) Inma (intentado dar un beso). Primera fila: Lourdes (posando como una modelo) Enrique (escondiendo rápidamente "eso" en los bolsillos) Mamen (tan encendida que se puso roja) y yo: (el niño de la sudadera de rayas). Por último: Luz, la que echaba la foto, tan (re)buena como siempre. Y Dorotea se largó con el ligue que le salió.
Me lo pasé tan bien que parecía que me había zampado medio bote de prozac, (bueno, supongo que no me equivoqué con el bote de las sacarinas) Ha sido un finde espectacular, y Ramón nos puso a tono con sus camisetas, aunque según diversas opiniones debería habérsela quitado… un poco antes, quiero decir. Porque al final se la quitó, y después de él vinimos los demás. Cada uno se lo montó como quiso, con una novicia que pasara por el confesionario, encima de una palmera, con el paraguas (o con los paraguas), en la lavadora, hasta hubo algún@ zoofílico que se lo montó con los palomos. Otra eligió hacerlo con las mujeres maduras —muy maduras por cierto— Algún pillín quiso hacerle algún favor a una prima y otra se atrevió envenenarle los dulces al pasteler@.
Y no me enrollo más.
PD: Si queréis saber dónde está la ropa: hubo algún perchero más por ahí suelto, incluso más grande y resistente.
Ramón Alcaraz García
En el año 2003, unas semanas antes de que muriera Gregory Peck, el Instituto Americano de Cine eligió al personaje de Atticus Finch como el héroe cinematográfico más destacable de toda la historia del cine. De todos los personajes que protagonizó en su vida, el de Matar a un ruiseñor fue el favorito del actor norteamericano, con el que además obtuvo el único Oscar de las cinco nominaciones en toda su carrera cinematográfica.
Matar a un ruiseñor es una película singular, única. Parecía destinada a no realizarse, pero todo estuvo a favor para que no sólo se rodara, sino que resultara una obra maestra. La película está basada en la novela del mismo título, aunque en inglés To Kill a Mockingbird no significa exactamente “matar a un ruiseñor”, sino “matar a un sinsonte”, un pájaro que no tiene una forma propia de cantar y que imita el canto de otros pájaros. De ahí su nombre: mocking bird, que significa pájaro imitador. Fue la única novela escrita por la escritora Harper Lee (“Nelle”). Publicada en 1960, ganó poco tiempo después el Premio Pulitzer y rápidamente alcanzó el éxito y se convirtió en un clásico de la literatura norteamericana, con más de 9 millones de ejemplares vendidos en 1962, cuando se llevó al cine. La historia está inspirada en las experiencias de la escritora; ella es la pequeña Scout, narradora de la historia, y Atticus está inspirado en su padre, abogado. Parte de la historia estuvo inspirada en un incidente ocurrido cerca de su ciudad, Monroeville (Alabama), en 1936, cuando ella tenía 10 años. Además, su padre (Amasa Coleman Lee) defendió en 1919 a dos negros acusados de asesinato. Harper Lee aún vive en la actualidad (año 2008) y forma parte de los escritores que no conceden ningún tipo de entrevista; desapareció de la vida pública tras escribir un par de ensayos después del éxito de su única novela y de la película.
De la narrativa al cine
El productor, Alan Pakula, fue obligado por un amigo a leer la obra, que le entusiasmó. Aun así, a los Estudios Universal no les interesó la historia, ya que en ella el protagonista era un hombre maduro, viudo y con hijos, y no encontraban valor a una película atípica, sin romance y sin acción. Como actor, los estudios pensaron en Rock Hudson. Realmente no se comenzaron a interesar en el proyecto hasta que Gregory Peck aceptó el papel protagonista.
Pakula y Robert Mulligan (el director) compraron los derechos de la novela y lo primero que hicieron fue enviarle a Peck el guión, a quien no conocían pero que para ellos era el actor idóneo para el personaje principal. Gregory pasó leyendo toda la noche hasta que lo terminó. A las ocho de la mañana llamó sólo para preguntar cuándo comenzaban. El actor dijo años después: “La novela me pareció espectacular. De hecho ganó el Premio Pulitzer y aún se estudia en las universidades en las clases de Literatura. Pero sobre todo sentí que era un personaje con el que me podía identificar, que sería capaz de ponerme en su lugar y de andar con sus zapatos. Y también conocía bien a esos dos niños porque mi infancia fue muy parecida, corriendo descalzo en verano y pasando la mitad del tiempo subido a los árboles”.
Es importante saber que Gregory Peck vivió apartado de sus padres desde muy joven y su infancia fue muy desgraciada, lo cual superó gracias a su abuela y en particular a que ésta lo llevaba a ver cine. El actor fue siempre una persona de profundas convicciones liberales.
Otro acierto fue la elección de los demás actores, en particular de la joven Scout. Para la elección de los niños se realizaron pruebas a miles de pequeños. El director Robert Mulligan no quiso trabajar con niños de Hollywood porque según él en cuanto se convierten en profesionales pierden el sentido de la infancia. Fue una excelente decisión que no intentaran aprovechar a niños actores o estrellas jóvenes. Buscaban a niños del sur del país para que fuera más real la actuación. Los elegidos ni siquiera tenían inquietudes por el mundo del cine. Incluso el padre de la niña (Mary Bahdam) se opuso a la prueba, pero la madre lo convenció. Y el actor que interpretó a Jem no quería ir a la prueba y accedió porque se libraba del colegio. El director procuró que los niños actuaran como tales, y para eso les creo un ambiente tranquilo, donde jugaban continuamente. Evitó que se sintieran intimidados y les quitó toda sensación de ser grabados, así no intentaban impresionar a los adultos y se mostraban tal como eran. Los niños apenas volvieron prácticamente a actuar en el cine, y Mary Badham (Scout) se dedicó años más tarde a dar conferencias sobre la película.
Pese a no ser una película tan conocida como otros grandes clásicos del cine, es una producción sublime, con un mensaje que ha influido en muchos espectadores, de recuerdo perdurable y que puede ser considerada una de las mejores obras cinematográficas de la Historia del Cine. Estuvo nominada a ocho Oscars y se llevó 3 estatuillas: Mejor Actor (Gregory Peck), Mejor Guión Adaptado y Mejor Dirección Artística. No ganó el de Mejor Película por la mala suerte de competir ese año (1962) con Lawrence de Arabia.
Es necesario destacar el Oscar a la Mejor Dirección Artística, ya que la recreación de todo el pueblo es un decorado (Maycomb no existe como tal, es un pueblo creado para la película) que refleja a la perfección el ambiente de la época. Fue uno de los más grandes decorados de exteriores de la Universal: 15 acres con más de 30 edificios. Mucha gente felicitó al director y le decía que había reconocido perfectamente el pueblo de su abuelo o tal lugar o rincón donde había estado en su infancia, y se llevaban una gran sorpresa cuando la respuesta era que la ciudad Maycomb que habían visto no existía, que eran decorados.
A la Dirección de Arte y Escenografía se añade la excelente labor del director de fotografía Rusell Harlan, con el uso de las imágenes en blanco y negro para reflejar la luz solar y la nocturna; con lo que creó tanto atmósferas tranquilas, muy luminosas y dinámicas como sombrías y muy inquietantes. Es una película que no podemos imaginar en color; basta apreciar muchos detalles que en color pasarían desapercibidos, como los múltiples juegos de sombras, muy importantes en la creación de suspense, y los encuadres que nos obligan a fijarnos en características determinadas de los personajes.
Hortom Foote realizó un excelente trabajo con su adaptación del guión, por el que también fue premiado con un Oscar. Horton Foote vivía en una casa victoriana del sur, llena de niños, y conocía bien lo que el libro reflejaba. Fue fiel a la historia, aunque se redujo el tiempo de los tres años en la novela a apenas uno en la película. La película transmite una gran fuerza sin caer en ningún momento en la sensiblería, y respetó la esencia de la película, algo que valoró y agradeció mucho la autora, muy satisfecha por el resultado. Hemos de pensar además que Hortom Foote hubo de ponerse en el lugar de la autora, que narra a través de ella misma como niña de seis años y en una ubicación concreta de su país.
Gregory Peck se sintió identificado desde el primer momento con el abogado Atticus Finch, a quien supo interpretar a la perfección. Robert Mulligan, el director, dio toda la libertad a Peck en su actuación. Gregory llegaba antes a los rodajes y ensayaba cuando no había nadie. Mulligan fue un día para planificar las tomas y se encontró a Gregory Peck en el porche, solo, ensayando, y dijo: "Él es Atticus”. El rodaje fue muy tranquilo y en él los niños se divirtieron mucho. Mary Badham (Scout) convivió con los Peck y jugaba con sus hijas. Eso los unió todavía más, ya que fueron como padre e hija dentro y fuera del rodaje.
Una de las razones del éxito de la novela y de la película es porque refleja muy bien la realidad y las vivencias emocionales. Una evocación de lo que fue pero que deseamos conservar, en especial por lo que nos transmiten los recuerdos de la infancia.
Matar a un ruiseñor fue una de las primeras películas que trató de manera abierta y directa el tema de la discriminación y la intolerancia racial. El protagonista, un hombre blanco, educa a sus hijos en el respeto igual a todas las personas y se enfrenta a una sociedad injusta y mezquina. Temas a los que además es especialmente sensible el público norteamericano, en una década donde todavía estaban muy vigentes esas desigualdades. Harper Lee trata además las cuestiones de clase y roles en el Sur de Norteamérica. Es importante destacar que el libro se estudia en las escuelas anglosajonas y en particular en las públicas norteamericanas; aunque se haya intentado impedir aludiendo a que usa adjetivos racistas.
La película muestra diversas historias, pero todas tienen como referencia a los “ruiseñores” (a los sinsontes), que representan a aquellos seres desvalidos o que simplemente sufren las humillaciones de los demás por ser diferentes o sentirse indefensos. Son aves que no atacan las cosechas ni son predadores y se limitan a cantar. “Matar a un ruiseñor” es una metáfora de “Matar la inocencia”. Encontramos entre estos “ruiseñores” a los niños, inocentes y sin malicia; al condenado Tom Robinson, castigado por algo que no ha cometido; al niño pobre, que cubre la carne de sirope; al pobre padre que en la primera secuencia paga con nueces al abogado; al perro vagabundo que Atticus sacrifica (precisamente esta escena se produce justo después de que el padre les explica a los niños lo de “matar a un ruiseñor”) y por último a Boo Radley, un joven retrasado que vive aislado por las habladurías del pueblo. Todos ellos son personajes que, sin hacer nada de forma consciente ni con maldad, están destinados a recibir el menosprecio y la crueldad de una sociedad que, en lugar de cuidar a los indefensos o a los diferentes, se mofa de ellos y los considera un estorbo o un peligro. Para Atticus lo peor que se puede hacer es matar a un inocente, y ese es el peor error que puede cometer el Sistema, como matar al inocente Robinson, como permitir que hagan daño (que lo acusen de asesinato) al “inocente” Boo Radley.
También la película nos muestra tres etapas de la vida con las que nos sentimos identificados. Atticus es la madurez, la sensatez; su hijo mayor Jem (Philip Alford) está justo en la frontera entre la infancia y el mundo de los adultos; y Scout, que es quien narra, nos aporta la visión simple y cándida de la infancia, que aún no entiende muchas de las cosas que ocurren a su alrededor. Desde el punto de vista de los personajes, nos sentimos atraídos por la visión de Scout, al tiempo que somos capaces de ponernos en la situación de Jem, a camino entre esa inocencia de la infancia y la madurez de su padre. Nos identificamos con los niños porque son valientes, decididos, libres, independientes, curiosos; pero sin dejar de ser niños, ya que tienen miedo y fantasías y desconocen muchas cosas, dicen lo que sienten y su padre les deja ser. Y nos sentimos también identificados con la coherencia de Atticus Finch, con sus principios, con su valentía, porque dedica a los niños todo el tiempo que necesitan, les explica las cosas, les lee, es paciente, les educa y les anima en todo.
Matar a un ruiseñor es una novela que comparte características de la novela gótica del sur de Estados Unidos, de la literatura clásica de terror (con el “fantasma” de Boo Radley), de las aventuras de Tom Sawyer y Huckleberry Finn, de novela policíaca (un caso o misterio que se debe resolver) con una emocionante escena de juicio; une por tanto elementos de melodrama, terror, cine negro y comedia, tanto en la composición de imágenes como en la expresión narrativa. Es una obra de contrastes, que mezcla aspectos religiosos y de superstición, justicia e injusticia, miedo e inocencia, tristeza y alegría, infancia y madurez. La novela y la película reflejan por un lado el paso de la infancia al mundo de los adultos, la pérdida de la inocencia; y por otro destaca el sentimiento de soledad de Atticus contra la injusta sociedad a la que se enfrenta. La obra está considerada también dentro de lo que engloba el término alemán Bildungsroman, o novela de formación, de aprendizaje, que incide en el desarrollo físico, social o psicológico de un personaje, generalmente desde la infancia a la madurez.
La película se inicia con una melodía de notas sueltas de piano. El compositor Elmer Bernstein quiso imitar lo que hacen la mayoría de niños cuando se acercan
a ese instrumento, que es tocar teclas una a una. Se aprecian claramente los silencios entre notas, al tiempo que las imágenes van mostrando una caja y los objetos que contiene, que después aparecen a lo largo de la historia (un reloj, lápices, canicas, monedas, unos muñecos...). Un niño canturrea y dibuja. Una canica rueda y al golpear sobre otra apreciamos la intensidad de la banda sonora. La música de Elmer Bernstein es otra de las claves de la película, une elementos de música sinfónica y folclore.
(Primera escena y música)
Muchas obras han “imitado” escenas o han homenajeado de algún modo a Matar a un ruiseñor. En la película Delicatessen, por ejemplo, los créditos aparecen al principio de forma similar, mostrando una sucesión de objetos representativos de la historia.
Es curiosa la similitud del nombre Atticus con Etticus; aunque la escritora lo tomó del orador y filósofo romano Titus Pomponius Atticus, que destacó por mantenerse alejado de las intrigas y luchas políticas. Es casi seguro que el apellido Finch venga del de la madre de Harper Lee, Frances Cunningham Finch Lee. Casualmente, Finch en inglés significa pinzón, que es otro nombre de pájaro.
La primera aparición de Jem es subido a un árbol, enfafado con su padre y negándose a bajar. Eso nos muestra a un niño que comienza a pensar y actuar por su cuenta, que se está alejando de la niñez y por tanto de la figura paterna. Es metafórico que Jem en esta primera aparición esté “por encima” de Scout, que aún sigue en el suelo, apegada a su padre y sin entender la actitud de su hermano mayor.
En una de las primeras secuencias aparece entre las coles un personajillo curioso, se trata de un niño que compartirá juegos con Jem y Scout, de nombre Charles Baker Harris, pero al que llaman Dill. Este niño, que se presenta diciendo que sabe leer y que exhibe una notable inventiva cuando habla de sus padres, es en realidad Truman Capote, vecino y amigo de la infancia de Harper Lee. Cuando Truman Capote marchó a Kansas, escenario del crimen que reflejó en su novela “A sangre fría”, estuvo acompañado por la reportera Harper Lee, a quien dedicó el libro y que le ayudó en aquel viaje y en su investigación de los hechos. Aunque la escritora en su obra no da el nombre de su amigo, en las obras de Truman Capote sí aparece el nombre de Harper Lee en varias ocasiones; incluida su aparición como personaje en la reciente película (Truman Capote, 2005) que cuenta la vida del escritor.
La serie “Perdidos” utiliza el diálogo: "Hey" / "Hey yourself", rememorando el "Hey yourself" con el que los niños se responden cada vez que Dill le dice “Hey”, tal y como ocurre la primera vez que se ven.
En sus encuentros, los niños ya fantasean sobre el misterioso Boo Radley, a quien no conocen y nunca han visto pero sobre el que inventan atrocidades increíbles. Es la aparición del primer “ruiseñor”, alguien que jamás ha hecho daño a nadie, pero al que temen. La tía de Dill alimenta el miedo de los chicos y añade habladurías sobre él.
Una de las primeras escenas que rodaron es aquella en la que Atticus vuelve de trabajar y los niños lo reciben frente al porche de la señora Dubose. Harper Lee acudió a los Estudios las tres primeras semanas de rodaje. Mientras actuaban en esa secuencia, Gregory Peck se fijaba en la escritora y apreciaba con satisfacción un brillo especial en sus ojos, lo que le hacía pensar que estaba encantada con la interpretación y el trabajo del equipo y se sentía emocionada. El actor se acercó a ella pensando que Harper expresaría lo bien que lo hacía el equipo. Y entonces ella le dijo: “Greg, tienes un poco de tripita, me recuerdas a mi padre”. Peck pensó que ese era el mayor cumplido que ella podía hacerle.
En esa misma secuencia, un poco antes de que llegue Atticus, Jem comenta que la señora Dubose posee una pistola de la Confederación, hecho alusivo a la Guerra y la manera de pensar de una parte de la población norteamericana. Como curiosidad, Harper Lee descendía directamente del famoso General Confederado Lee, igual que el actor Robert Duvall por su línea materna. Resulta paradójico que dos descendientes del famoso Lee participaran en una película con una carga tan grande de significado en la abolición de la esclavitud y la igualdad de todos los ciudadanos
La escena favorita tanto de Mary Badham como de Gregory Peck es la que están en el dormitorio y la niña le lee a Atticus, una de las escenas más cálidas de la película. En ella hablan del reloj de Atticus, que también era el único objeto de valor del padre de Harper Lee.
Cuando los niños acaban su aventura nocturna cerca de la casa de Boo Radley, se ha escuchado un disparo y algunos vecinos salen para saber qué ha ocurrido. Esa escena pretende transmitir al espectador la sensación de vecindad, de que se trata de una comunidad donde cualquier novedad causa interés. En este caso encuentran normal que se dispare a un merodeador (otra referencia al uso de armas —y otro “sinsonte”—).
Al finalizar su primer día de escuela, Scout sale muy enfadada, se trata de una crítica al sistema educativo, que no ve bien que los padres enseñen a los niños a leer y a escribir, a lo que se une la explicación que Scout da a la maestra sobre la pobreza. La crítica se extiende después a la sociedad cuando el niño que invitan habla de que ya posee un arma, lo que da pie al comentario de Atticus de que no se debe “Matar a un ruiseñor".
La obra contiene muchas frases con un alto nivel educativo:
“...nunca llegarás a comprender a una persona hasta que no veas las cosas desde su punto de vista..., hasta que logres meterte en su piel y sentirte... cómodamente...".
“... Hijo, hay muchas cosas feas en este mundo. Me gustaría poder evitar que las vieras, pero... no es posible...”.
Otras de las frases importantes de Atticus es: "Es un pecado matar un ruiseñor, porque no causa estragos, simplemente nos regala música a los oídos". Boo Radley regala objetos a los niños, que deposita en la corteza del árbol; al final también les ha regalado la vida.
La secuencia del perro rabioso supone el inicio de un giro en la película. Atticus demuestra que ser tolerante, pacífico y conciliador no le impide actuar con determinación cuando es necesario. El perro simboliza la locura de su propia comunidad, a la que pronto se tendrá que enfrentar. El comentario de Scout es “inocente”: “no, señor Tate, él no sabe (disparar)”, y los primeros planos se centran mucho más en Jem, muy atento a lo que ocurre. De hecho, Scout y el pequeño Dill permanecen ajenos a escenas especialmente dramáticas, que Jem sí presencia y es consciente, como es la del enfrentamiento del malvado Ewell con Atticus cuando éste va a dar la noticia del fallecimiento de Robinson a su familia.. Curiosamente, la primera vez que acuden a esa casa es Jem quien contempla el rostro de Ewell tras los cristales, mientras Scout (inocente) duerme. Son varias las escenas en las que Jem está despierto mientras los niños duermen.
En la novela, Harper Lee pone la narración en boca de la joven Scout (que representa a la escritora en su infancia) y Atticus es en parte su padre, abogado de profesión y que vivió un suceso similar. Para inspirarse en su papel, Gregory Peck visitó al padre de Harper Lee, de quien copió algunos gestos. Uno de ellos fue pasarse el reloj de un bolsillo a otro, que realiza de manera constante durante el juicio, un gesto que le da al abogado tiempo para pensar lo que va diciendo. El padre de Harper Lee murió antes de acabar el rodaje y la escritora tuvo el detalle de regalarle aquel reloj al actor, un reloj de oro que era el único objeto valioso de su padre. Gregory Peck lo guardó como un tesoro. Lo llevó en la mano la noche que subió a recoger el Oscar; en la otra mano llevaba una pata de conejo que le había dado su hija Cecilia. Peck decía que el reloj tenía para él más valor que la propia estatuilla.
La escena del juicio también se ha homenajeado en otras películas; por ejemplo en Algunos hombres buenos, cuando todos se ponen de pie al abandonar la sala; o en Pleasantville.
Cuando esperan la decisión del jurado es Jem quien se mantiene interesado y contempla directamente la escena, Scout mira entre la balaustrada (existe aún una barrera entre ella y el mundo de los adultos) y Dill está dormido. En la escena final en el bosque, es Jem de nuevo quien vive todo lo que pasa, ya que Scout está metida en el disfraz y apenas percibe lo que ocurre. Otro simbolismo de lo que representa la figura de Jem y la inocencia “protegida” de Scout.
Cuando se hace pública la sentencia, el jurado representa en ese momento a toda la sociedad estadounidense “blanca”. No se condena sólo a Tom, sino que el veredicto se convierte en una metáfora de la forma de pensar y actuar de esa “sociedad blanca”, que aún no está preparada para asumir términos de igualdad y libertad y continúa (tal como expresa Atticus) aprisionada en lo que considera lo moral y lo correcto. Cualquier atisbo de esperanza se pierde cuando Tom se autodestruye víctima de esa misma incomprensión. En el jardín de su casa, Atticus, había dicho dar la noticia a su vecina y a sus hijos: “Podríamos haber ganado, se lo dije”. Pero Tom ya le había avisado antes de salir de la sala del juicio: “No hay nada que hacer, no ha llegado el momento... aún no. Y hoy, ese momento, solo ha llegado para unos pocos”. Es una clara referencia a que todavía la sociedad no estaba preparada.
El actor Robert Duvall apareció por primera vez en el cine en esta película, interpretando el papel de Boo Radley, un joven con cierto retraso mental y con un pasado misterioso por el que los niños se sienten atraídos y fascinados tanto como temerosos. A pesar de su breve aparición, apenas unos minutos, Duvall da una lección de interpretación al transmitir tanta timidez, miedo y ternura sin decir ni una sola palabra. Para dar más credibilidad a su personaje, el actor estuvo seis semanas sin exponerse al sol, y también se tiñó de rubio, que le aporta una imagen descuidada, acostumbrada a la soledad. El actor protagonizaría después muchas e importantes películas (Valor de ley, El padrino I y II, Apocalyspse Now...). su personaje dio nombre a un famoso grupo musical inglés, The Boo Radleys.
La autora tardó dos años y medio en escribir la novela, a la que puso Atticus como primer título. Pensaba vender unos mil ejemplares de la obra, en dos años ya superaba los 9 millones y los 30 cuatro décadas después. Desde su puesta a la venta, la novela jamás ha estado agotada.
(Gregory Peck y Sofía Loren)
Gregory Peck fue la primera persona nacida en California en recibir un Oscar al mejor actor. Fue su único Oscar y esa fue para él su última oportunidad, que pensaba no conseguiría. Hacía 13 años que no era nominado y las veces anteriores fueron cuatro nominaciones en cinco años: The Keys of the Kingdom (Las llaves del reino, 1945), The Yearling (El despertar, 1946), Gentelman’s Agreement (La luz es para todos, 1947) y Twelve O’Clock High (Almas en la hoguera,1949). En esa edición de 1962, hemos de pensar, además, que competía con Burt Lancaster, Jack Lemmon, Marcello Mastroianni y Peter O’Toole. Él dijo sobre la entrega del premio: “Cuando llegué al Auditorio de Santa Mónica esa noche estaba convencido de que iba a perder. Pensaba que el ganador iba a ser Jack Lemmon por su excelente actuación en Days of Wine and Roses. Por cierto se lo merecía, así que ni siquiera estaba nervioso. Yo ya había estado en la misma situación y no había ganado, así que había aceptado el hecho de que perdería nuevamente. Después, cuando Sophia Loren leyó mi nombre, fue como si me diesen un golpe en la cabeza. Nunca en mi vida tuve una sensación física similar. Me quedé como paralizado”.
Con 9 años, Mary Badham se hubiera llevado también una estatuilla de no haber quitado la Academia dos años antes los premios especiales a intérpretes juveniles. Tuvo que competir, por tanto, con actrices conocidas y veteranas, como Shirley Knight, Thelma Ritter o Angela Lansbury. Curiosamente, ganó otra actriz muy joven, Patty Duke, por su papel en Ana de los milagros.
Robert Mulligan jamás ganó un Oscar al mejor director, trabajó casi todos los géneros y dirigió película de gran calidad, entre las que las más famosas son: Matar a un ruiseñor y Verano del 42. Fue destacable su buena dirección de actores, y prueba de ello es que cinco protagonistas de sus películas fueron nominados al oscar. Supo además recrear perfectamente la forma de vivir del Sur de Norteamérica, algo que repitió en la película El Otro, 1972, en la que refleja aquella atmósfera a través de todos los sentidos.
El actor de color que da vida al acusado Tom Robinson es Brock Peters, que interpretó más tarde al Almirante Cartwright en Star Trek .
En los cómics de Superman la película favorita del superhéroe es Matar a un ruiseñor.
1962 se considera por algunos entendidos el segundo mejor año de la historia de Hollywodd, con películas como Lawrence de Arabia, Matar a un ruiseñor, Rebelión a Bordo, El día más largo, Vivir de ilusión, El milagro de Ana Sullivan, El hombre de Alcatraz, Días de vino y rosas, ¿Qué fue de Baby Jane?, Dulce pájaro de juventud, Vivir de ilusión, El mensajero del miedo, Lolita, El hombre que mató a Liberty Valance,... El primero para esos entendidos es el año 1939, con Lo que el viento se llevó, Caballero sin espada, Ninotchka, La Diligencia, El mago de Oz, Cumbres borrascosas...
Un crítico comentaba así el impacto de la novela: "En el siglo XX, Matar a un ruiseñor es el libro más ampliamente leído sobre el tema racial en Norteamerica, y su protagonista, Atticus Finch, es el personaje de ficción más destacado de heroísmo racial
Gregory Peck comentó sobre la historia: “Me llegan cartas de chicos de trece años que me cuentan lo mucho que han aprendido de esta película, de la intolerancia racista de la época, de las relaciones de un padre con sus hijos. Ciertamente le di todo a ese papel: mis sentimientos y cuanto he aprendido en 46 años de vida sobre la familia, los padres y los hijos. Y también lo que siento sobre la justicia social, la injusticia y la desigualdad. Por eso, he pensado incluso a veces que probablemente pongan el nombre de Atticus Finch en mi lápida”.
(Escenas de la película)
Hace casi un año que escuché esta canción. Amaral es uno de mis grupos pop favoritos, y esta es una de las mejores canciones del último disco. La primera vez que vi el nombre del blog de Mercedes, sabía que esta canción no podía ser para otra persona y que se la regalaría (mejor dicho, mostraría) en un día especial. Hoy, quizás, el sol no brille más que antes, ni el viento luzca tan limpio; pero hoy ella camina con zapatillas de barro y yo le quiero prestar un ala para que pueda volar, o un zapato de cristal con el que logre llegar a la meta, por muy lejos que esté. Espero que te guste la canción, princesa, sino, ya me puedes convertir en sapo; aunque para eso me tendrás que dar antes un beso. Me alegro de tu vuelta a Paseos por el Alambre. Ahora recuerdo que esta es también la canción preferida de una de mis mejores amigas, así que por ti va, para mi Desirée.
Yo tiraría al pozo a la amiga que no me quiso hablar, sólo para que aprenda lo que es gritar y no obtener respuesta, para que entienda qué es la injusticia, y para que sepa lo que es sentirse sola; para darle la oportunidad de quejarse con razón. Tiraría, —si puede ser de cabeza— a la bruja que le comió el coco a un amigo. Así no podrá hacer daño a nadie más, así deberá estar callada. Así sus lágrimas falsas se mezclarán con el agua anegándose ella misma en sus mentiras y gilipolleces como una Alicia en el país del jodetemás. Me llevaría un saco de maleantes que no tienen otra cosa que hacer que reírse de los viejos, insultar a los adultos y pegar a los niños; (aunque su gran pasión consista en romper cabinas telefónicas). Tiraría el orgullo de algunos, y la envidia de otros. Echaría algunos de mis kilos de más. Estrellaría la inconstancia contra la cabeza de la bruja, o de la otra, la tonta. Entonces, el pozo rebosaría como una cerveza con demasiada espuma. Por eso mismo, hoy he ido allí, me he metido dentro, y he cavado en la tierra un poquito: así cabrán más cositas, me dije. Cuando decidí dar un descanso y subir para tomar el aire, me percaté de que la cuerda se había soltado del enganche. De pronto, escuché unas risas que provenían desde arriba.
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