La cosa es que poseía una habilidad innata para
perder. De pequeño nunca ganó un partido de fútbol, ni siquiera cuando su padre
se dejaba ganar, lo hacía. Optó por el tenis individual, al menos conservaba a
sus amigos, que no lo dejaban entrar en ningún equipo. Ya de mayor, sin suerte
en las entrevistas de trabajo, decidió —por qué no— hacerse escritor, total,
siempre había oído que eran unos perdedores. Con el tiempo, aprendió a juntar
palabras con una habilidad extraordinaria, pero no obtenía el reconocimiento
deseado en los certámenes ni en las editoriales a las que se presentaba. Hasta hoy,
que recibió una llamada. Enhorabuena, le comunicamos que es el ganador, el
fallo del certamen ha sido publicado esta mañana. Cuando colgó, saltó por los
aires y llamó a sus amigos, que tampoco se lo creían. Al volver a casa, después
de celebrarlo y gastarse el premio por adelantado, vio parpadear la luz del
contestador. Señor, espero no molestarle, me temo que hemos fallado.
Microrrelato publicado en el libro "Conseguir los sueños" 2012 Editorial Hipálage