martes, 5 de agosto de 2008

EL BUSCÓN

 

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Me veo dudoso en recomendar esta obra de Quevedo. Con ello no estoy poniendo en duda la calidad de tal obra, porque sería ridículo ahondar en el tema. Es un clásico y punto. Pero es un clásico peculiar, porque aquí se encuentra la picaresca llevada al extremo. Es una forma casi esperpéntica (aquí Valle-Inclán tendría algo que decir) de literatura: la descripción de los personajes es una verdadera caricatura, los momentos nada escatológicos, o los sucesos más increíbles y miserables se entrecruzan unos con otros sin parar ni un segundo en toda la historia. Ello provocará más de una carcajada en lector que durante la lectura tendrán la diversión asegurada.

Por ejemplo, un fuerte es la descripción caricaturesca:

 

 

Entramos, primero domingo después de Cuaresma, en poder de la hambre viva, porque tal laceria no admite encarecimiento. Él era un clérigo cerbatana, largo sólo en el talle, una cabeza pequeña, los ojos avecindados en el cogote, que parecía que miraba por cuévanos, tan hundidos y oscuros que era buen sitio el suyo para tiendas de mercaderes; la nariz, de cuerpo de santo, comido el pico, entre Roma y Francia, porque se le había comido de unas búas de resfriado, que aun no fueron de vicio porque cuestan dinero; las barbas descoloridas de miedo de la boca vecina, que de pura hambre parecía que amenazaba a comérselas; los dientes, le faltaban no sé cuántos, y pienso que por holgazanes y vagamundos se los habían desterrado; el gaznate largo como de avestruz, con una nuez tan salida que parecía se iba a buscar de comer forzada de la necesidad; los brazos secos; las manos como un manojo de sarmientos cada una. Mirado de medio abajo parecía tenedor o compás, con dos piernas largas y flacas. Su andar muy espacioso; si se descomponía algo, le sonaban los huesos como tablillas de San Lázaro. La habla hética, la barba grande, que nunca se la cortaba por no gastar, y él decía que era tanto el asco que le daba ver la mano del barbero por su cara, que antes se dejaría matar que tal permitiese. Cortábale los cabellos un muchacho de nosotros. Traía un bonete los días de sol ratonado con mil gateras y guarniciones de grasa; era de cosa que fue paño, con los fondos en caspa. La sotana, según decían algunos, era milagrosa, porque no se sabía de qué color era. Unos, viéndola tan sin pelo, la tenían por de cuero de rana; otros decían que era ilusión; desde cerca parecía negra y desde lejos entre azul. Llevábala sin ceñidor; no traía cuello ni puños. Parecía, con esto y los cabellos largos y la sotana y el bonetón, teatino lanudo. Cada zapato podía ser tumba de un filisteo. Pues ¿su aposento? Aun arañas no había en él. Conjuraba los ratones de miedo que no le royesen algunos mendrugos que guardaba. La cama tenía en el suelo, y dormía siempre de un lado por no gastar las sábanas. Al fin, él era archipobre y protomiseria

 

Sin embargo, estos clásicos tienen el inconveniente del castellano antiguo, y yo he notado que El Buscón es una obra con un vocabulario vulgar que obliga ir a la consulta de un diccionario. Yo recomiendo ediciones donde se expliquen las palabras raras, ediciones que cualquier persona podrá encontrar fácilmente. Es recomendable porque amenizan la lectura al ahorrarse uno el buscar entre las páginas de un diccionario.

En fin, aún con la necesaria consulta al diccionario, recomiendo esta obra porque cumple de sobra con sus objetivos de entretenimiento y de mostrar la España de esos tiempos. Una delicia, un vino dulce para saborearlo y festejarlo, porque este libro es una fiesta de subnormales, advenedizos, ricachuelos y miserables. Y punto. En fin, os dejo con el hambre que se pasaba en aquella época y lo tan consistente que eran aquellas sopas:

“Bendecía las ollas y al espumar hacía cruces con el cucharón. Yo pienso que las conjuraba por sacarles los espíritus, ya que no tenía carne”

Pueden encontrar la obra digitalizada en la Biblioteca Virtual Cervantes.

Pinche y comience a leer "El Buscón"

Aquí os dejo con tres estudios de la obra; otros, más informados que yo, se han encargado de hacer una labor realmente exquisita:

Obra extensa que profundiza en la obra de “El Buscón”:

Introducción a "El Buscón" Ignacio Arellano

Aquí podrá encontrar unos breves apuntes:

Lillian von der Walde Moheno

Y cómo no, en la famosa wikipedia hay un artículo interesante, conciso, donde se resume los capítulos y donde se dan una serie de enlaces muy acertados.

http://es.wikipedia.org/wiki/El_buscon

2 comentarios:

Anónimo dijo...

Hola Juanma,

Me ha gustado tus comentarios sobre El Buscón, yo lo leí en el instituto y quizás por ser obligado no me gustó mucho, es cuestión de retomarlo.

Besos
Felisa

Mimí- Ana Rico dijo...

Es imposible leerlo y que no te impacte, la descripción que has elegido me recuerda a un muñeco de títere..."Tenedor o compás con dos piernas largas y flacas".
Me parece soberbio, cuando leo esas descripciones que ahondan tanto lo físico como el carácter, se me hace la boca agua.
¡Quién tuviera su arte y su mirada para despellejar de esta manera!!

¿Sabes? Estoy disfrutando enormemente el capítulo de tus influencias.