Crítica de Expiación (Más allá de un polvo)
Pues más allá de un polvo, no hay mucho más. Nosotros estábamos sentados en la butaca del cine esperando ver un terremoto de imágenes, sentimientos e imaginación narrativa; pero nos llevamos el chasco del año porque más bien creíamos que el terremoto había ocurrido mientras rodaban la película: nada de imaginación narrativa aparece en Expiación, o al menos, no como debería haber aparecido.
De entrada, o mejor dicho, antes de entrar, debemos señalar un error gravísimo: el tráiler. En si mismo, el tráiler es una pequeña obra maestra que yo no dudaría en proponer a los Oscar. Pero señores y señoras, no se confundan. El tráiler, como bien indica el diccionario de Lengua Académica Española debe ser: “Fragmentos de una película que se proyectan antes de su estreno con fines publicitarios”
Bueno, pues esos “fragmentos” más bien son escenas que revientan media película, (yo diría incluso más) cargándose la lectura narrativa del espectador, pues en él se intuyen muchas cosas que después se confirman con la primera media hora. Conclusión: el tráiler es un verdadero Jack el Destripador de la película. Cómo si esta no fuera lo bastante “falsa” para encima engañar al espectador con más chorradas, con una pasión que no aparece en ningún otro momento que no fuera el ya famoso polvo de la biblioteca.
Y esta pasión me recuerda a otro sonado error, el subtitulo en español: “Más allá de la pasión” Para entrar en el juego cinematográfico y defender el porqué de semejante frasecita, diremos que era un plan para esclarecer la “razón de existir” de una relación, cuando solamente ha habido sexo y, como sugiere el subtitulo, pasión. Buen intento, pero fallido.
El comienzo de la película promete, incluso llega a entusiasmar bastante. Pero este caramelito de entrada se deshace en cuestión de minitos. Aún así, ya hay serios golpes que hacen dudar al espectador de la verosimilitud de la obra. La primera es la curiosa fuente. Puede ser por la torpeza del director, o por un intento de dar a la película algún toque surrealista. Todo puede ser. Pero la verdad es que con tanto nadar al fondo y al fondo, más parecía aquello un enorme pozo, piscina, lago, río o mar donde, en cualquier momento, aparecería un enorme cocodrilo para devorar a nuestra bellísima Keira. Pensamos que debieron cortar esa escena, pues decidieron que resultaría demasiado realista para con el resto del filme. Pensemos eso, y no otra cosa.
Porque en Expiación la credibilidad suele andar por los suelos, o al menos, la credibilidad de aquel amor que resulta imposible tragarse, ya que en toda la película no hemos podido observar realmente una historia de amor apasionada entre los protagonistas.
Arribamos ya al desliz vital de la película: la pretensión de forzar un ligue o rollo para aparentar una pasión y/o amor que no existe, una pretensión que sume a los protagonistas en una vulgar y forzada interpretación, y que en muchas de las escenas resultan artificiales y mecánicas. Al final, todo la historia quedará envuelta en una especie de desencadenante televisivo porque, a medida que avanza la cinta, le resta la poca importancia que tenía en sí, dejándola finalmente en una mera anécdota en la que, a pesar de querernos mostrar lo que pueden desatar los celos de una hermana pequeña y las penurias de un jardinero con un futuro prometedor condenado a vivir una guerra forzosa y sin el amor de su vida, a pesar de todo ello, no logramos ver más que cinco minutos de sufrimiento en la pantalla.
Y es que acaba importando muy poco el porvenir de los protagonistas, porque sencillamente, no les tomas aprecio a ninguno. Más de un crítico ha reflexionado sobre la posibilidad de que la película sea una copia barata y desencajada de Largo Domingo De Noviazgo, película que pasó desapercibida para el gran público y que sin embargo no tiene nada que envidiar a Expiación. Aunque es innegable el acierto de esta comparación, resulta un tanto errónea –tampoco mucho- porque Expiación está basada en la novela homónima de Ian McEwan.
Quizás, y en algún efímero momento, nos volvió a conquistar con la posibilidad de mostrar una relación amor-odio, mas volví a querer desengancharme en la caída a la absurdez, al desliz de lo ilógico, cuando parecía que alguien de los personajes abría la boca para casi contarnos un chiste.
Porque los actores, en cierta medida bastante bien interpretados, no han podido suplir los graves defectos de la película. Para empezar Keira no transmite lo que verdaderamente siente el personaje. No se debe culpar a ella, sino al guión. Tampoco ayuda las ridículas poses que no logran convencer a nadie, y que en su intento por mostrar elegancia, simula mejor a una figura desproporcionada de un cuadro Picasiano. Pero vamos, incluso merecería la pena contemplar la espalda arqueada de Keira por última vez… y las caderas danzando cada una para un lado distinto. Algún agudo espectador ha interpretado este virtuosismo (digno rival para Shakira) como la dualidad y la duda psicológica de los distintos caracteres encerrados en un mismo personaje.
Otras de las lacras (lacra es poco) de la película es esa frase: Vuelve a mí, vuelve a mí. Ese continuo recurso lírico, más bien repetitivo, que incluso en vez de acarrar una lágrima sentimentaloide, es más proclive a provocar desmesuradas carcajadas en el espectador; no es broma, estuvimos en la sala y se escucharon unas cuantas. Cómo dijo una compañera: “Es una tontería como un camión. Por una vez puede incluso gustar, pero ya dos veces no, y mucho menos en tono que emplea la actriz para decirlo”. Es uno de los muchos tontos elementos que utiliza el director que, sin duda alguna, no posee los recursos suficientes (e inteligentes) para seguir la historia y representar el acercamiento de la pareja enamorada de una forma un tanto más fogosa: “Vuelve a mí, vuelve a mí”; y por si fuera poco, recuerda al ahogado Jack de Titanic cuando se hunde en el fondo del mar y Rose dice, mejor dicho, suspira: Jack…Jack… ¿será un guiño a una obra maestra?... Posiblemente
Después de tanto horror, usted, el lector de esta crítica, se preguntará: ¿cómo fue posible que no echaran la siesta a mitad de la película? La explicación es compleja, pero desgraciadamente corta.
Sin duda alguna, el magnífico vestuario de Jacqueline Durran adornado con colores vivos y caídas de satén para el deleite personal junto con un acertado, insinuante y atractivo maquillaje a la vista, suplió majestuosamente la mezquindad narrativa del director Joe Wright. Felicitar también a decoradores, que con cierta inteligencia supieron aportar algo de interés y veracidad a la historia, siempre por supuesto junto con un holgado débito a la dirección fotográfica de Seamos McGorvery que eligió, con una gran delicadeza, exteriores cromados de colores primaverales. En fin, unos planos realizados con gusto, pero que no avanzan con la soltura necesaria a causa de una trama absurda, provocando su posterior olvido con cierta facilidad
Otras de sus cualidades: la música. Esta vez a cargo de Dario Marianelli, que con un incesante golpeteo de teclas mecanógrafas nos da la impresión no sólo de estar escribiéndose un libro en la propia película, sino de rememorar el origen literario de la historia. Las restantes composiciones son utilizadas con acierto, destacando por su elegancia y originalidad nada grandilocuente. No es casualidad, que haya sido el único Oscar que se ha llevado la película (tenía 7 nominaciones) a la mejor Banda Sonora.
Todo ello proporciona la magia suficiente para que puedas seguir mirando a la pantalla sin bostezar, dejando este acto para los momentos más "álgidos" de la película
También es destacable la labor de los actores. Aunque como hemos dicho antes, no suplen el estropicio cinematográfico, sí que aportan belleza y talento al conjunto.
James McAvoy se sitúa en el espacio de la corrección, con la actuación más fiel al papel. A pesar de que a veces se torna un poco inexpresivo, y debemos comentar que su personaje, Robbie, y la historia que lo envuelve es la parte más aburrida, absurda y negra de la película. Sin embargo, es destacable su evolución como actor si tenemos en cuenta la actuación en películas como La Joven Jane Austen y El Ultimo Rey de Escocia. En breve se le podrá ver junto a Angeline Jolie y Morgan Freeman en un filme titulado Wanted (se busca).
Briony, sin lugar a dudas, es la perla que brilla en medio de tanta barahúnda. A medida que avanza la trama, uno puede ir averiguando quién es la verdadera protagonista. Todo lo que la rodea son los claros de la historia, como si tuviera un cartelito pegado a su espalda con las palabras escritas: “presentación, nudo y desenlace” lo demás, superfluo. Y es que las tres Briony realizan unas interpretaciones estupendas, que seguramente habrán dado a conocer dos actrices increíblemente talentosas como son Sasoirse Rona y Romola Garai, esta ultima más conocida por papeles como Dirty Dancing 2 o Angel. Los fallos provienen siempre del mismo ente: Joe Wright. Resulta increíble la capacidad de la pequeña Briony para pillar a sus parientes con las manos en la masa justo cuando estos andan en las faenas propias de carácter sexual. Es normal que la niña cogiera un trauma (yo lo hubiera cogido), lo que yo no me explico es por qué no se formó en una carrera para ser detective privado, en vez de dedicarse a la enfermería o la escritura creativa. Seguro que le hubiera ido mucho mejor (sentimentalmente, porque la tía anda forrada con sus novelas).
El culmen del despilfarro en el talento de una actriz lo encontramos cuando nos presentan a una Briony ya vieja, con el mismo corte de pelo con el que debió nacer sólo para no perdernos el detalle de que es la misma Brioni. En fin, ¡qué se le va hacer!
La historia, el guión…lo peor.
En serio, la historia llega convertirse en un auténtico aburrimiento. Y es que parece que el director hubiera tenido en mente un principio y un final y que, sin saber qué hacer, rellenó el intermedio como rellenaría un inexperto Arguiñano el pavo de Nochebuena.
Esa parte “intercisa” brilla por su continua incoherencia y situaciones ridículas” Un ejemplo de vital importancia son los esporádicos contactos que mantienen los dos “enamorados” en una cafetería. ¿De verdad son reales? ¿Es imaginación mía?
Y es precisamente aquí donde cobra vital importancia (más bien vital ridiculez) ese “Vuelve a mí, vuelve a mí” Pues si tanto “Vuelve a mí, vuelve a mí” digo que podrían haber aprovechado la ocasión y esa “pasión” para mostrar al espectador la verdadera historia de amor que nadie en este mundo, excepto los propios creadores, podría creer. Es una oportunidad perdida para que la película se situara en torno al drama con la vivencia de un amor que ya se ha consolidado y sufre en su separación. Pero no, nada de ello se muestra, es más, en su contacto los personajes se muestran fríos y recelosos del amor (sobre todo Robbie) cosa que ahuyenta todavía más la simpatía del espectador hacia los personajes.
Unos personajes poco interesantes, inexpresivos, predecibles y con un guión vacío. Con respecto al guión diré o, mejor, me pregunto ¿estarían en esas sonadas huelgas los guionistas estadounidenses cuando el director decidió ponerse manos a la obra?
Pues eso ya no importa, lo que sí importa es cómo adaptaron la magnifica novela de Ian McEwan al guión. Según la crónica, Joe Wright trabajó intensamente con el guionista Christopher Hampton para adaptar la novela:
“Cuando me mandaron el primer guión, me pareció muy alejado de la novela, que siempre me había parecido magnífica. Así que Christopher y yo volvimos a empezar de cero, intentando ser lo más fieles posible al libro. Disfruté mucho en ese periodo. Estaba entusiasmado y totalmente sumergido en la historia. Sentía que conocía la novela y el guión a fondo, que entendía cada momento, o al menos lo intentaba”.
Sí, la verdad, sólo te quedaste en el intento. Sigue diciendo:
“Una novela es una ilusión, una serie de símbolos en una página que crean una historia en nuestra mente. Un libro tiene tantas versiones como lectores. He hecho la adaptación de la historia que me vino a la cabeza cuando leí la novela”.
Ahhh ¡Claro! Por eso nosotros… al ser tú…
Sin duda el guión resulta arrítmico, un sin sentido continuo, acompañado de una rutina amorosa ridícula. Con rellenos aportados sin inteligencia, como una boda cronometrada que más bien parecía un episodio corto de Benny Hill; o el terrible paseo de una señora mayor por la calle, conduciendo un carrito de bebé para su recreo que carece de total relevancia para la historia. Más parecido a una escena de Mortadelo y Filemón. ¡Sólo faltaba que un camión la atropellara!
Pero por segunda vez, una lucecita nos mantiene los párpados semiabiertos, y esa lucecita es la historia, cuasi paralela, de Lola Quincey. Interpretada por Juno Temple, que la vimos debutar hace ya unos años en Pandaemonium, dirigida por su padre Julian Temple y también ha participado en el magnifico filme Diario De Un Escandalo junto a Judi Dench y Cate Blanchett. En fin, una pequeña historia que nos hizo mantener el interés por la espera de un final que no defrauda, sorprendente y que, al mismo tiempo, muestra la viva imagen de lo que ocurría a muchas jóvenes de la época. También felicitar a la actriz por su excelente interpretación: muy acertada en su rol de listilla y fresca. Lo dicho, una lucecita.
Final…y conclusión.
Podríamos decir que el final es que como un conglomerado de toda la película donde se almacenan la idiotez, brillantez, imbecilidad, originalidad, confusión… Desde luego, si has visto el tráiler, todo te parecerá tan previsible que incluso esa sensación te causará alguna que otra sorpresa, y seguramente también dudas, ¿De verdad todo acaba ahí? ¿de verdad todo se torna tan previsible? ¿es cierto que han malgastado tanto talento y dinero en esto? ¿sólo para terminar así?
El drama se convierte en un acto adornado con una parafernalia desmesurada, tanto, que incluso algunos espectadores hallarán más la risa que la lágrimas, porque señores y señoras, la película resulta a veces tan ridícula que mejor reírse por no llorar.
Quizás, en medio de este caos cinematográfico hayan inventado un nuevo genero donde algunos morirán de aburrimiento, otros morirán a carcajadas, unos pocos morirán de lágrimas y otros (la mayoría) la palmarán de resentimiento y rabia por haber pagado algo (aunque sea el consumo energético) para ver semejante birria. Porque esta película se asemeja a un final de Titanic, con todo pero sin nada, sin barco, sin emoción, sin nada de nada; previsible hasta la saciedad; tanto que cuando uno llega hasta el sofocante final (¡Hurra! Ya hemos llegado al final) nosotros, los espectadores, el público paciente que se ha atrevido a aguantarla nos quedaremos siempre con la pregunta filosófica y con la gran incertidumbre de saber si la expiación la pedía por adelantado el director o la protagonista.
Crítica escrita por Almudena Bueno, Danny Blanes y Silvia Mel.
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